Luisa R. Novelúa |
Y cómo es que nunca cambiaron el bombín por
otro tipo de sombrero, le pregunta mientras recorre fascinada el inmenso
vestidor. Y por qué a ella no le pusieron una de aquellas preciosas pamelas o le
recogieron el pelo en una coleta.
El
vagabundo se encoge de hombros y la mira con ternura, pero no dice nada. A
pesar de que en ocasiones puedan escaparse, están condenados a repetir la vida
que otros trazaron para ellos.
Cuando
aparece un policía blandiendo una porra y él huye a trompicones, la niña suelta
una carcajada, justo antes de que la curiosidad la empuje, por enésima vez, a
la madriguera.