Luisa R. Novelúa |
Se
dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca quien tiene boca, y a pesar de que
las zarzas le arañan la piel, avanza con paso decidido.
Cuando abre la puerta, el chirrido ahuyenta
a los cuervos que han tomado los restos del circo abandonado. Del interior sale
disparado un famélico perro, justo antes de que llegue su prima y la tire al
suelo de un empujón.
Pero aunque sangra por la nariz, una
sonrisa triunfal detiene los golpes de su eterna enemiga, dos años mayor, que
acaba llorando cuando le recuerda lo que siempre les dice la abuela: más vale
ser cabeza de ratón.