(Luisa. R. G. Novelúa) |
Tanto
visitante inesperado
la tenía desconcertada y no sabía cómo recibirlos. Encerrada en casa desde
hacía años, su primera reacción fue parapetarse tras la puerta a la espera de
que, cansados de llamar, pasasen de largo. Pero fue inútil. Entraron con el
ímpetu de un ciclón, sin pedir permiso, ocuparon cada hueco de las habitaciones
y arrasaron con todo.
Sin embargo, en lugar de enfadarse, o de tener miedo
o de luchar para expulsarlos, no podía dejar de sonreír. Quién se lo iba a
decir, a su edad, se había vuelto a enamorar.
Me parece una historia llena de ternura y amabilidad. Con poco dice mucho. Además está muy bien contada. Abres el fuego de la andanada de despojos dejando una buenísima apuesta. Mucha suerte para el próximo. :)
ResponderEliminarGracias, Juan Antonio. Un abrazo
EliminarEs muy bonito Luísa. Como dice Juan Antonio, reboza ternura ese final tan dulce. Felicidades.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Nani, muchas gracias! A veces apetecen historias con finales felices, o no... porque la protagonista parece que está un poco escaldada y a ver cómo le va esta vez. Besos.
EliminarSuele pasar, se tiene miedo a lo desconocido o prejuicios hasta que se degusta la experiencia. Está bien eso de relacionarse tanto ja,ja. Muy tierno, Luisa.Un beso
ResponderEliminarSí, Eva, solemos ser reacios a lo desconocido, y también a lo conocido que nos ha hecho daño. Gracias por tu comentario. Un beso
EliminarSiempre da miedo volver a abrir las puertas, está bien que a veces nos la derriben. Muy bien descrito Luisa.
ResponderEliminarAbrazos.
Hay sentimientos y emociones que queremos evitar pero, como en este caso, llegan inesperadamente y no hay puerta que los detenga. Un beso y gracias por tu comentario.
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