Luisa R. G. Novelúa |
Hacía más
de diez años que no sabía nada de mi primo Juan, por eso recibí con sorpresa su
llamada. Estaba tan alterado que tardé varios minutos en entenderlo: el mapa
había aparecido.
De golpe
sentí el olor de los veranos de Fisterra, cuando todos los nietos seguíamos a
la abuela hasta la playa como al flautista de Hamelin, embelesados por sus
historias. Entre ellas, la del escritor escocés, rescatado de un naufragio, que
vivió en el pueblo hasta reemprender su viaje a las antípodas.
Se
rumoreaba que guardaba en un libro el mapa de un tesoro y que había tenido que
enterrarlo para evitar que se lo robase un marinero cojo al que siempre acompañaba
una exótica ave.
Con la ilusión
de ser los afortunados, cavábamos en la arena con nuestras palas y rastrillos,
pero quien finalmente lo encontró fue Juan, durante unas obras de
rehabilitación, en el hueco de una de las vigas de madera de la casa familiar que
había heredado.
Nunca sabremos
quién lo escondió allí, si Stevenson o la abuela, pero tenía trazada la ruta que
nos reuniría a todos, por primera vez en mucho tiempo, aquel verano.
Luísa, es muy bonito tu relato, pero ¿me dejas que te haga una pregunta o sugerencia? ¿Vendría mejor "supimos" o sinónimo, en lugar de "sabemos", en la segunda palabra del último punto? Disculpa el atrevimiento, pero pienso que esos despistes si lo son, hacen que el relato pierda brillo.
ResponderEliminarDe todas maneras, vuelvo a decirte que el relato me ha gustado mucho.
Besicos muchos.
Tienes razón Nani!! Me comí una "r". Quería decir sabremos. Lo rectificaré . Este micro lo presenté a ENTC , y allí, al menos, lo escribí bien (((: Gracias por avisar. Besosss
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