Luisa R. Novelúa |
Como
sombras disipadas por un nuevo amanecer, las volutas de humo anuncian a lo lejos la
inconsistencia de la vida. Llena de remordimientos, se restriega las manos
contra el vestido mientras aguarda el final de una angustia insoportable.
Cuando
se siente ya bajo las ruedas, una fuerza inesperada le impide arrojarse a las
vías. Sin embargo, nadie la ha sujetado. La estación está casi desierta. Solo
ha visto, encogido en un banco, a un viejo de aspecto moribundo que la mira con
ojos vidriosos, como si la estuviese soñando y hubiera decidido salvarla de su
trágico destino.
desolacion en el alma de un bello escrito
ResponderEliminarBienvenida a esta casa, Recomenzar, y muchas gracias por comentar mi pequeña historia, que también se habría podido titulado "Tolstoi y Karerina". Un abrazo.
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