(Luisa R. G. Novelúa) |
Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol,
pero cada cosa en su momento. Ahora me conformo con observar cómo miras
distraída a través del cristal mientras remueves el café, siempre sin azúcar.
Te lo he preparado como a ti te gusta, muy cargado y con dos gotitas de ron. Me
encanta mimarte, y más hoy, que estás especialmente guapa con ese jersey azul
que resalta el color de tus ojos. Los describiré con todo detalle el día que
empiece nuestro libro.
He
estado a punto de decírtelo cuando rozaste mi mano al pagar, pero esperaré a que
vuelvas mañana: el niño se llamará Félix, como mi padre.
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