viernes, 31 de enero de 2014

Estrellas de mar

Aún recuerdo la mañana que encontré tres estrellas de mar. Lloviznaba y había sido el primero en levantarme para aprovechar la marea baja. Antes de cerrar la puerta mamá me llamó desde su habitación, pero preferí no darme por enterado. La playa kilométrica me esperaba llena de tesoros.

Sin embargo, mi entusiasmo se fue desinflando de vuelta al apartamento, mientras arrastraba la bolsa con mis nuevas adquisiciones, y empezó a preocuparme la discusión que había escuchado desde mi cama la noche anterior.

Encontré a papá arrojando paquetes dentro del coche. En cuanto me vio señaló mi bolsa y me ordenó que la tirase. Las vacaciones se habían terminado, y mamá tampoco parecía dispuesta a que me llevase nada que pudiera recordarlas. Estaba muy enfadada conmigo porque me había marchado sin avisar, así que de nada sirvió llorar, ni implorar, ni patalear.

Sólo pude salvar mis estrellas, que escondí debajo de la moqueta del maletero. Pero no me volví a acordar de ellas hasta una semana después, cuando papá se quejó de que el coche apestaba. Allí las dejé hasta que se secaron.


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