martes, 23 de diciembre de 2014

Nosotros sabíamos por qué

Luisa R. Novelúa

Este se va a enterar de lo que vale un peine sin púas, amenazaba Elvira como si aún siguiese esperándolo con la comida en la mesa. José contenía la sonrisa mientras se pasaba la mano por la calva y nos guiñaba un ojo. Siempre nos hacía reír. Y ella, aunque seguía refunfuñando por lo bajinis, le acercaba la mejilla cuando él le daba un beso de reconciliación.

Después, regresábamos a casa con alguna golosina, que comíamos a escondidas porque mamá se quejaba de que los vecinos nos malcriaban. Sin embargo, desde que papá se fue, solo parecía preocupada por entender qué había sucedido, si no hubo discusiones. De hecho, apenas hablaban.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Rutinas

Luisa R. Novelúa
El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Pero él ni se inmutó. Buscó un bote de pintura blanca y dejó la pared inmaculada. Tampoco cambió el gesto cuando en el bar lo recibieron con un silencio expectante. Se sentó en la mesa de siempre y no paró de barajar las cartas hasta que sus compañeros de partida se fueron incorporando a sus puestos. Cuando se despidió, con el habitual hasta mañana, no sabían si volverían a verlo.


lunes, 8 de diciembre de 2014

El castigo

Luisa R. Novelúa

Había escrito cien veces: te quiero. Y otras cien: te odio. Después escondió la hoja en el cajón, con la clara intención de que la encontrase entre las docenas de bolígrafos y lápices que acumulaba desde que la inspiración lo había abandonado.

Antes de esfumarse acarició el respaldo de su silla. Sabía que pronto volvería a invocarla. Esta vez estaba dispuesta a acudir a su llamada, pero solo si entendía su mensaje: jamás lo compartiría con ninguna otra musa.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Eran multitud

Luisa R. Novelúa

Empezó a pensar en un nuevo teorema que calculase la energía necesaria para atraer un cuerpo que se aleja. Las matemáticas nunca habían sido su fuerte, pero con motivación podría superar cualquier carencia.

Fue así, con mucha perseverancia, cómo aplicó el principio de Arquímedes sin derramar una sola gota de agua de la bañera para que todo pareciese un accidente. Y aunque a Pitágoras le agradecía la facilidad con la que había accedido a la vivienda del vecino por una de las ventanas, María debería saber, después de tantos años juntos, que a él nunca le habían gustado los triángulos.

lunes, 3 de noviembre de 2014

La nariz

Luisa R. Novelúa

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos porque intuyó lo que iba a suceder. Los demás lo hicieron cuando la escena empezó a incomodarlos y después se fueron marchando en silencio. En el caso de que los llamasen a declarar, negarían haber sido cómplices por omisión. Pero él sabía que era el único que no saldría indemne de la mentira.
                             

lunes, 20 de octubre de 2014

Temporal

Luisa R. Novelúa

Esperó a dormirse y soñó con otra Navidad, sin luces multicolores, ni villancicos enlatados, ni papanoeles o Reyes Magos repartiendo juguetes, y sin los buenos deseos, tan efímeros como la estrella más fugaz, que le martilleaban hasta el aturdimiento.

Pero cuando despertó, el sosiego se transformó en pesadilla. Aún no sabía si ese año también la contratarían para las rebajas de invierno.

lunes, 13 de octubre de 2014

Mala conciencia

Luisa R. Novelúa

Recluida en el pozo seco, pronto se callará el recuerdo de la risa cantarina con la que nos recibía en su casa y del olor a pan recién hecho que nos despertaba en la habitación sencilla y luminosa de la que ahora solo quedan escombros.

Aún siento el apretón de manos en nuestra precipitada despedida. Su mirada, cargada de preguntas que no fui capaz de contestar, me persigue desde entonces entre el caos y el pánico. Dónde voy a enterrar las respuestas que nunca imaginé. Y cómo olvidar el dolor que dejo atrás mientras Manuel me guía hacia la escalerilla del avión.

lunes, 6 de octubre de 2014

Amanecer

Luisa R. Novelúa

Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer y más rosa aún el color de sus mejillas, se mofa Alfonso de mí. Los demás le ríen la gracia y asienten cuando me dice que me coloque bien el audífono.

Pero qué sabrá este resabiado. De poco le debe de servir tanta experiencia si es incapaz de percibir el aroma que ella deja a su paso para inspirarme, y si no entiende que ahora solo me interesa sorprenderla, como cada día desde que decidí brillar en su clase de literatura.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Viuda

L. Novelúa
―Deberías airearte un poco ―dijo la abuela sin mirar a nadie mientras recogía los platos. 

El desconcierto consiguió acallarlos, y aún seguían en silencio cuando regresó con el café y la mirada ausente.

Todos se sentían aludidos y avergonzados. Ironías, reproches, acusaciones. Cada uno tenía algo de qué arrepentirse. Sin embargo, ella seguía ensimismada, como si la acalorada discusión no hubiese arruinado la cena que los había reunido por primera vez en muchos años.

Se le parecían tanto, que era como si él todavía estuviese allí. Por eso, en cuanto se marchasen, cerraría puerta y ventanas para quedarse sola, al fin.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Nos vamos de boda

L. R. G. Novelúa

Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo, que acaba cayéndole en greñas sobre los hombros. Él intenta hacerse el nudo de la corbata siguiendo las instrucciones de un vídeo en internet. El niño aprovecha el revuelo que hay en casa para preparar un cóctel de pastillas de colores similar al que toma la abuela cada mañana. La niña me abre la puerta con sonrisa traviesa. Y yo, por primera vez, bajo solo a la calle.

miércoles, 20 de agosto de 2014

El primer amor



Déjala a ella que sea pájaro, que aletee para fortalecer sus alas antes de salir del nido, que se estrelle contra el suelo y retome el vuelo todas las veces que haga falta, que surque los vientos de otros continentes y agudice la vista para saber dónde la acecha el enemigo y en qué lugar se esconde la presa. Acepta su marcha y olvídala. Si algún día vuelve y picotea en tu ventana, obsérvala antes de abrir. Puede que aún te guste, o ya no. Y si no regresa nunca, sabrás que el verdadero amor está en otra parte.

martes, 10 de junio de 2014

El sueño derrotado


Se ovilla sobre las baldosas frías y comienza a temblar, cada vez con sacudidas más fuertes. Gime, solloza, grita. La fina lluvia se transforma en aguacero y la mayoría de las personas que lo rodean salen corriendo en todas direcciones para refugiarse.

Las que se quedan lo cubren con una gabardina, improvisan un techo de paraguas, intentan consolarlo sin saber muy bien cómo, llaman a la policía, a la ambulancia, a los servicios sociales. Pero todo es en vano. No pueden devolverle los colores, los sabores, los olores, la alegría, ni tampoco achicar el océano que lo ahoga y le arrebata lo que más quiere.

martes, 3 de junio de 2014

Las razones del no


Mucho me temo que vienen a rescatarme de las llamas que ya han prendido en mi pelo, de las olas que me arrastran hacia las rocas del acantilado, del abismo sobre el que cuelgo agarrada a una rama. Vienen a rescatarme de ti. De mí. Muy a mi pesar.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La lupa


(El microrrelato que escribí para la Microquedada de Barberá del Vallés, el 17 de mayo de 2014, y el tuneo, con lupa incluida)


Junto a los papeles que había sobre la mesa, el detective encontró una gran lupa y una gorra de cazador. Además, el olor a tabaco de pipa era tan intenso que no le hubiese sorprendido la llegada del doctor Watson con sus elementales reflexiones. De hecho, le vendría muy bien un ayudante para averiguar quién lo había citado allí, con qué fin y, sobre todo, dónde estaban los ocupantes de las sillas vacías.

Curioseó detrás de cortinas y dentro de armarios antes de centrar su atención en los escritos. Tuvo que usar la lente para descifrar la minúscula letra, pero interrumpió la lectura cuando se dio cuenta de que todos los textos arrancaban con la misma frase: el sucesor de Sherlock Holmes inició su brillante carrera cuando resolvió el misterio de la Microqueda de Barberá del Vallés.       


martes, 13 de mayo de 2014

Eché la vista atrás

Luisa Rodríguez G. Novelúa

La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad era tan hermosa que decidí quedarme en lo alto de la colina contemplando aquel espectáculo extraordinario sin importarme sus advertencias.

Nunca entendió por qué preferí la devastación al maná, ni por qué, en lugar de seguirlo a su cómodo refugio, me aferré a la soledad liberadora de una estatua de sal.

martes, 6 de mayo de 2014

Segundas oportunidades

(Luisa R. G. Novelúa)

Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir bajo el paraguas multicolor que llevaba a todas partes, lloviese o no, desde el funeral del abuelo.

Después de obligarnos a frenar bruscamente para no atropellarlo, se subió al coche con la naturalidad de quien ha sido invitado. A mi hermana le dio un ataque de risa, probablemente provocado por los efluvios tóxicos del perfume, y papá aceptó con resignación que el repeinado anciano nos acompañara.

A quien no sorprendió su visita fue a la abuela. Llevaba tantos años esperando que le devolviese aquel paraguas que, por primera vez desde que la ingresamos en la residencia, la vimos sonreír.

martes, 15 de abril de 2014

Desde las alturas

(Luisa R. G. Novelúa)

Y regresé al cielo cuando su coleta pelirroja voló al girar la cabeza para mirarme durante unos segundos. Quién se acordaba ya de su risita maléfica cada vez que yo tropezaba en una sílaba, o de los cuchicheos con sus amigas si el guaperas de Lucas se pavoneaba en el gimnasio.

Una nube de felicidad volvió a elevarme de golpe, igual que el día en que su naricilla pecosa se asomó por primera vez a mi vida. Desde aquella altura todo era tan ideal que parecía imposible que allá abajo se estuviesen fraguando nuevas torturas para mí.

viernes, 11 de abril de 2014

El mapa del tesoro

Luisa R. G. Novelúa

Hacía más de diez años que no sabía nada de mi primo Juan, por eso recibí con sorpresa su llamada. Estaba tan alterado que tardé varios minutos en entenderlo: el mapa había aparecido.

De golpe sentí el olor de los veranos de Fisterra, cuando todos los nietos seguíamos a la abuela hasta la playa como al flautista de Hamelin, embelesados por sus historias. Entre ellas, la del escritor escocés, rescatado de un naufragio, que vivió en el pueblo hasta reemprender su viaje a las antípodas.

Se rumoreaba que guardaba en un libro el mapa de un tesoro y que había tenido que enterrarlo para evitar que se lo robase un marinero cojo al que siempre acompañaba una exótica ave.

Con la ilusión de ser los afortunados, cavábamos en la arena con nuestras palas y rastrillos, pero quien finalmente lo encontró fue Juan, durante unas obras de rehabilitación, en el hueco de una de las vigas de madera de la casa familiar que había heredado.

Nunca sabremos quién lo escondió allí, si Stevenson o la abuela, pero tenía trazada la ruta que nos reuniría a todos, por primera vez en mucho tiempo, aquel verano.


martes, 8 de abril de 2014

Las buenas maneras

(Luisa R. G. Novelúa)
Le deseé que tuviese un buen turno, aunque mi sonrisa me delató. Lo noté por la ligera contracción de sus labios antes de darme las gracias con un beso en la mejilla.

Vi cómo se alejaba arrastrando los pies, igual que mi padre poco antes de morir y, de repente, me enternecí hasta el punto de querer ponerla sobre aviso. Fue un fugaz momento de flaqueza. Habían sido tantos años de rivalidad soterrada que me marché a casa sin remordimientos.

Pero al día siguiente quien recibió la llamada de consuelo fui yo, y tuve que agradecerle que ya hubiese comenzado a organizar mi cena de despedida.







martes, 1 de abril de 2014

En otras circunstancias

(Luisa R. G. Novelúa)

Luego cruzó el pasillo, bajó al sótano y mató al prisionero que mejor le caía, el más sereno, el único que le sostenía la mirada cada vez que los encañonaba para divertirse un poco y aliviar el tedio de su soledad.

Pronto intuyó que, en otras circunstancias, habrían sido grandes amigos, que era una de esas personas con las que te sientes tan cómodo que sobran las confidencias, de las que te hacen un favor si realmente lo necesitas.

Quizá por eso, después de colgar el teléfono, cogió la pistola sin parar a pensárselo. Tenía que darse prisa. Estaban a punto de llegar para llevárselos.

martes, 25 de marzo de 2014

Cada segundo



(Imagen de Google)

Son las doce horas, un minuto y quince segundos del tres de noviembre. El cielo está límpido y el cóndor que ha guiado nuestro camino planea majestuoso. Imagino la silueta de su sombra desplazándose sobre la nieve, aunque desde aquí no puedo verla. Tampoco veo a Javi, ni oigo la risa de Antón, y a pesar de que a Miguel lo perdimos hace dos días, no me siento solo. No sé hasta cuándo podré seguir hablando, pero si algún día escuchas esto, quiero que sepas que cada segundo es un regalo que no voy a desperdiciar. 

martes, 18 de marzo de 2014

Cambio de dirección

(Luisa R. G. Novelúa)

La vergüenza que nos ganamos aquella noche, en cambio, nos acompañará para siempre, a pesar de que fuimos al restaurante llenos de expectativas.

Pero quién iba a imaginar que la dulce abuelita que se atiborraba con los platos más caros de la carta y escuchaba paciente nuestras excusas era en realidad una impostora.
.
No habíamos vuelto a verla desde muy pequeños y nada sospechamos cuando nos citó allí. Tampoco cuando se marchó al baño y el que regresó fue el camarero con la cuenta y un recorte de periódico.

―La actual dirección de su abuela ―aclaró.

Nuestra indignación duró poco. Solo el tiempo que tardamos en entender el profundo significado de aquella esquela.

martes, 11 de marzo de 2014

Amistad fugaz

(Luisa R. G. Novelúa)

Nuestros mismos ojos se negaron a mirar lo que había sucedido y, con la sincronía de una danza bien ensayada, nos dimos media vuelta y salimos corriendo como galgos detrás de una liebre.

No hicieron falta despedidas cuando nos separamos, cada uno para su casa, ni llamadas que sellasen un pacto de silencio, ni gestos de complicidad si, por causalidad, nos cruzábamos en la playa.

A pesar de que la pandilla de verano se deshizo nada más nacer, seguro que ninguno ha olvidado aún a aquella mujer tapándose horrorizada la cara cuando vio la piedra que dejamos caer desde el viaducto.



lunes, 10 de marzo de 2014

Inspiración

(Luisa R. G. Novelúa)

Era un buen lugar para guarecerse. Lo pensó mientras corría cubriéndose la cabeza con el bolso Louis Vuitton que le había regalado un antiguo novio. El chaparrón la pilló en medio de una calle desconocida y desierta de aquel barrio de adosados a medio construir. Quizá por eso la atrajo el caserón, un animal herido entre depredadores.

En el soportal se sacudió las gotas sin parar de quejarse del trabajo de comercial que la había llevado a un páramo sin clientes. Con lo bien que estaría escribiendo, en lugar de vivir en una cinta sin fin de tarifas que ni ella misma acababa de entender.

No se calló hasta que el edificio, con la puerta forzada, la invitó a curiosear. Las telas de araña que precintaban la entrada vencieron su temor a inesperados inquilinos. Dentro, el caos de un desvalijamiento y, entre tanto abandono, cientos de papeles desperdigados. Cartas, documentos notariales y legajos sobre foros y arriendos comenzaron a entretejer una historia ideal para su primera novela.

Ya pensaba en un arranque impactante, en el que un documento medieval aparecido dentro de un bolso prohibitivo sería la clave del asesinato de una humilde muchacha, cuando un chirrido la estremeció.

martes, 4 de marzo de 2014

La invasión

(Luisa. R. G. Novelúa)

Tanto visitante inesperado la tenía desconcertada y no sabía cómo recibirlos. Encerrada en casa desde hacía años, su primera reacción fue parapetarse tras la puerta a la espera de que, cansados de llamar, pasasen de largo. Pero fue inútil. Entraron con el ímpetu de un ciclón, sin pedir permiso, ocuparon cada hueco de las habitaciones y arrasaron con todo.

Sin embargo, en lugar de enfadarse, o de tener miedo o de luchar para expulsarlos, no podía dejar de sonreír. Quién se lo iba a decir, a su edad, se había vuelto a enamorar.

jueves, 27 de febrero de 2014

La indiferencia

(Luisa R. G. Novelúa)

En lugar de evaporarse cuando despertó, su pesadilla se sentó a su lado a fumar tranquilamente un habano, de esos que a él tanto le gustaban y le había prohibido el neumólogo. Era hermosa y sensual, como las volutas de humo que se elevaban engarzadas hacia el cielo amenazador, pero su mirada ausente le golpeó hasta provocarle un dolor físico que creía olvidado. La misma opresión en el pecho, la misma respiración entrecortada, la misma angustia que años atrás lo habían empujado a dar un portazo para dejar atrás la indiferencia.

Los cuatro goterones que anunciaron el aguacero lo obligaron a cobijarse bajo una marquesina. Carreras, exclamaciones, risas y, en unos segundos, el parque quedó desierto. Ni rastro tampoco de la ensoñación, que debió de convertirse en lluvia en cuanto él le dio la espalda, así que al escampar retomó aliviado su rutina solitaria. Sin embargo, empezó a preocuparse la mañana en que se dio cuenta de que había elegido, otra vez, el mismo banco. Y peor fue cuando comenzó a echarla de menos, a ella también.






lunes, 24 de febrero de 2014

La semilla

(Luisa R. G. Novelúa)

Una semilla en esta tierra desolada ―susurró mientras dibujaba un surco con la punta de su bota.

Mantuvo la mirada desafiante hasta que la actriz que interpretaba a su hija se acercó para abrazarlo y darle la enhorabuena. Acababa de rodar la última escena, y las felicitaciones de todo el equipo consiguieron emocionarlo. Nunca se había entregado tanto a un personaje como al de aquel campesino desahuciado pero de dignidad inquebrantable. Cuando leyó el guion pensó en su padre y en el consejo que no quiso seguir. No podía quitárselos de la cabeza mientras viajaba de vuelta a su mansión, un desierto lleno de cosas inútiles. 

martes, 18 de febrero de 2014

Tres

(Luisa R. G. Novelúa)

Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol, pero cada cosa en su momento. Ahora me conformo con observar cómo miras distraída a través del cristal mientras remueves el café, siempre sin azúcar. Te lo he preparado como a ti te gusta, muy cargado y con dos gotitas de ron. Me encanta mimarte, y más hoy, que estás especialmente guapa con ese jersey azul que resalta el color de tus ojos. Los describiré con todo detalle el día que empiece nuestro libro.

He estado a punto de decírtelo cuando rozaste mi mano al pagar, pero esperaré a que vuelvas mañana: el niño se llamará Félix, como mi padre.

sábado, 15 de febrero de 2014

Anonimato


(Imagen de Google)
Apenas pudo guardar el equilibrio cuando una pantera rosa se abalanzó sobre él y vomitó un líquido amarillo que le salpicó los zapatos. El felino soltó una risotada mientras se alejaba con paso tambaleante en compañía de un troglodita que se desgañitaba cantando una regia ranchera.

Eran los últimos en abandonar la fiesta y dejaban detrás un pequeño caos que él debía ordenar. Pero no se quedaba solo. Le acompañaba la locutora que todas las noches le susurraba al oído historias tristes, o trágicas, o rocambolescas que amenizaban su anodina vida.

Entre boas y pelucas de varios colores encontró una lujosa máscara veneciana. Aunque podría meterla en la bolsa con todo lo demás, la contempló varios minutos antes de dejar la escoba, sacarse el mono de trabajo y ponérsela. Amparado en el anonimato salió a la calle y se dejó guiar por el oído.

Tal y como contó al día siguiente en su programa favorito, a pesar de que se enfrentó a ellos, no pudo evitar la tragedia. Su valentía generó numerosas felicitaciones. Además, la descripción que hizo de los disfraces facilitó la detención casi inmediata de dos implicados. El tercero, el de la máscara, nunca apareció.


Microrrelato presentado a Esta Noche te Cuento en febrero de 2014

http://estanochetecuento.com/anonimato/#comments

martes, 11 de febrero de 2014

Aunque parezca increíble

(Luisa R. G. Novelúa)

―Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola que el músico enamorado regaló a la princesa ―relató el tío Mateo mientras María, en cuclillas, observaba sin pestañear el terreno recién arado a la espera de que asomara una de las esquinas de la tapa del instrumento.

Ni la risita de su hermana mayor le hizo dudar del tío, al que visitaban por primera vez desde que abandonó la carrera de pianista para montar una granja. Pero su credulidad se transformó en un gesto de asco cuando descubrió que su desayuno se cocinaba en la ubre de una vaca.

viernes, 7 de febrero de 2014

Llegó para quedarse


La nieve acaparaba todo el protagonismo. En la taberna, en la peluquería, en la escuela, en las cocinas de cada una de las casas del pueblo tropical no había otro tema de conversación, que si el cambio climático, que si había que acordarse de Santa Bárbara, o eso sólo era cuando tronaba, que si Estados Unidos, o China, o cualquier otro país sospechoso de querer dominar el mundo los había elegido para poner en práctica algún experimento secreto… Todo eran especulaciones, pero si los primeros copos fueron recibidos con sorpresa y regocijo, tres semanas después nadie soportaba el frío, ni se reía ya de los resbalones ni de las caídas, ni aprovechaba para la caza el rastro que dejaban los desprevenidos animales salvajes.

Y como habían aparecido el mismo día, también deseaban que el maldito Papá Noel, o Santa Claus, o como quiera que se llame, regresase a Laponia con sus renos, su trineo y los calcetines rojos colgados en la chimenea. Sin embargo, el anciano no parecía darse por aludido, ni siquiera cuando un conato de incendio amenazó su casa de madera. Había llegado para quedarse.


martes, 4 de febrero de 2014

Con profesionalidad

Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos que él acababa de tirar al suelo. Lo hizo con la diligencia de siempre, aunque hubiese preferido agarrarlo de una oreja y arrastrarlo hasta el fregadero. Sin embargo, mantuvo la sonrisa que vestía cada noche, le sirvió otra copa de vino y ni se inmutó cuando la despidió con gesto desdeñoso.
Pero apenas pudo reprimir un aplauso cuando la mujer que apareció de repente, tan distinta a la que lo acompañaba a cenar, lo paralizó con la mirada y le dio una bofetada que resonó en todo el restaurante.

viernes, 31 de enero de 2014

Estrellas de mar

Aún recuerdo la mañana que encontré tres estrellas de mar. Lloviznaba y había sido el primero en levantarme para aprovechar la marea baja. Antes de cerrar la puerta mamá me llamó desde su habitación, pero preferí no darme por enterado. La playa kilométrica me esperaba llena de tesoros.

Sin embargo, mi entusiasmo se fue desinflando de vuelta al apartamento, mientras arrastraba la bolsa con mis nuevas adquisiciones, y empezó a preocuparme la discusión que había escuchado desde mi cama la noche anterior.

Encontré a papá arrojando paquetes dentro del coche. En cuanto me vio señaló mi bolsa y me ordenó que la tirase. Las vacaciones se habían terminado, y mamá tampoco parecía dispuesta a que me llevase nada que pudiera recordarlas. Estaba muy enfadada conmigo porque me había marchado sin avisar, así que de nada sirvió llorar, ni implorar, ni patalear.

Sólo pude salvar mis estrellas, que escondí debajo de la moqueta del maletero. Pero no me volví a acordar de ellas hasta una semana después, cuando papá se quejó de que el coche apestaba. Allí las dejé hasta que se secaron.


lunes, 27 de enero de 2014

Eme

Luisa. R. Novelúa

―Joderme ―repite Micky saboreando la palabra mientras la escribe con trazo titubeante en el cuaderno de caligrafía.

Se recrea en la eme, la letra más bonita del abecedario porque le recuerda a mamá y a la montaña. Las echa mucho de menos desde que vive encerrado con la abuela en un piso alargado y oscuro, y se aplica en aprender a escribir como una persona adulta para que el señor al que rezan todas las noches lo tome en serio.

Tiene muy claro qué va a pedirle en la carta.

―Deja ya de joderme ―lo mismo que le dijo mamá a papá el día que ella decidió marcharse.

Seducida

¿Por qué me mira así? Sus ojos me dan miedo y, al mismo tiempo, me hipnotizan. Ha tejido su tela para mí, y aquí estoy, envuelta en sedas, resignada a mi destino. Se acerca, me abraza, me besa. Su veneno recorre todo mi cuerpo y me  hace suya para siempre.

(Luisa R. G. Novelúa)

viernes, 24 de enero de 2014

Antes de la caída

(Luisa R. G. Novelúa)

Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel: las mejillas sonrosadas, el pulgar derecho en la boca, los rizos rubios desparramados sobre la almohada. Su padre, después de una semana de duro trabajo, lo mira embelesado mientras lo arropa y le acaricia el pelo. Es su obra más perfecta, de la que se siente más orgulloso. Sin embargo, de repente, los ojos se le cargan de lágrimas. Preferiría no saber que muy pronto tendrá que arrojarlo de su lado. Para siempre.

Descalza y sin perdices

(Luisa R.G. Novelúa)

Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel, ajeno a la pelea de sus padres en la alcoba de al lado. Entre sollozos, ella lo acusa de una nueva infidelidad, esta vez con una de sus hermanastras; él le reprocha su desgana desde que nació el niño y el aspecto desaliñado que la ha devuelto a su esencia.

Un estallido de cristales rotos lo despierta sobresaltado. Rompe a llorar y su madre corre cojeando a cogerlo en brazos. Su padre elige al azar una de las escopetas, pero será en vano: ya no queda ni una sola perdiz en todo el reino.


Dos microrrelatos con el mismo comienzo. Presentados a REC.

miércoles, 22 de enero de 2014

Nada es para siempre

Lo suyo fue un flechazo, y desde la primera caricia nada los ha separado, ni las presiones familiares, ni los problemas económicos, ni el desgaste de los años. Ya ha perdido la cuenta de los miles de kilómetros que han compartido por carreteras de varios continentes, unas veces como un centauro solitario, otras, en procesiones fraternales.

Pero si en lugar de confiarse tanto hubiese prestado más atención a miradas y cuchicheos, ahora no le sorprendería el tacto de unas manos desconocidas, ni la sonrisa malévola con la que, desde su plaza de garaje, la despide una flamante Ducati.


Alta diplomacia

(Luisa R. G. Novellúa)

Una lágrima asoma a los ojos rasgados de la emperatriz cuando el jefe de los eunucos le comunica que la rebelión de los bóxers ha fracasado. Pero la muestra de debilidad apenas dura un par de minutos. Recompone el semblante impasible, y su voz hiere como un estilete de hielo cuando ordena le ejecución de los ministros sospechosos de simpatizar con los rebeldes. Sin mudar el gesto, envía una invitación a los embajadores europeos para tomar una taza de té a las cinco en la Ciudad Prohibida.


 Finalista IV Premio Twinings de Historias de Té