martes, 23 de diciembre de 2014

Nosotros sabíamos por qué

Luisa R. Novelúa

Este se va a enterar de lo que vale un peine sin púas, amenazaba Elvira como si aún siguiese esperándolo con la comida en la mesa. José contenía la sonrisa mientras se pasaba la mano por la calva y nos guiñaba un ojo. Siempre nos hacía reír. Y ella, aunque seguía refunfuñando por lo bajinis, le acercaba la mejilla cuando él le daba un beso de reconciliación.

Después, regresábamos a casa con alguna golosina, que comíamos a escondidas porque mamá se quejaba de que los vecinos nos malcriaban. Sin embargo, desde que papá se fue, solo parecía preocupada por entender qué había sucedido, si no hubo discusiones. De hecho, apenas hablaban.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Rutinas

Luisa R. Novelúa
El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Pero él ni se inmutó. Buscó un bote de pintura blanca y dejó la pared inmaculada. Tampoco cambió el gesto cuando en el bar lo recibieron con un silencio expectante. Se sentó en la mesa de siempre y no paró de barajar las cartas hasta que sus compañeros de partida se fueron incorporando a sus puestos. Cuando se despidió, con el habitual hasta mañana, no sabían si volverían a verlo.


lunes, 8 de diciembre de 2014

El castigo

Luisa R. Novelúa

Había escrito cien veces: te quiero. Y otras cien: te odio. Después escondió la hoja en el cajón, con la clara intención de que la encontrase entre las docenas de bolígrafos y lápices que acumulaba desde que la inspiración lo había abandonado.

Antes de esfumarse acarició el respaldo de su silla. Sabía que pronto volvería a invocarla. Esta vez estaba dispuesta a acudir a su llamada, pero solo si entendía su mensaje: jamás lo compartiría con ninguna otra musa.