viernes, 31 de enero de 2014

Estrellas de mar

Aún recuerdo la mañana que encontré tres estrellas de mar. Lloviznaba y había sido el primero en levantarme para aprovechar la marea baja. Antes de cerrar la puerta mamá me llamó desde su habitación, pero preferí no darme por enterado. La playa kilométrica me esperaba llena de tesoros.

Sin embargo, mi entusiasmo se fue desinflando de vuelta al apartamento, mientras arrastraba la bolsa con mis nuevas adquisiciones, y empezó a preocuparme la discusión que había escuchado desde mi cama la noche anterior.

Encontré a papá arrojando paquetes dentro del coche. En cuanto me vio señaló mi bolsa y me ordenó que la tirase. Las vacaciones se habían terminado, y mamá tampoco parecía dispuesta a que me llevase nada que pudiera recordarlas. Estaba muy enfadada conmigo porque me había marchado sin avisar, así que de nada sirvió llorar, ni implorar, ni patalear.

Sólo pude salvar mis estrellas, que escondí debajo de la moqueta del maletero. Pero no me volví a acordar de ellas hasta una semana después, cuando papá se quejó de que el coche apestaba. Allí las dejé hasta que se secaron.


lunes, 27 de enero de 2014

Eme

Luisa. R. Novelúa

―Joderme ―repite Micky saboreando la palabra mientras la escribe con trazo titubeante en el cuaderno de caligrafía.

Se recrea en la eme, la letra más bonita del abecedario porque le recuerda a mamá y a la montaña. Las echa mucho de menos desde que vive encerrado con la abuela en un piso alargado y oscuro, y se aplica en aprender a escribir como una persona adulta para que el señor al que rezan todas las noches lo tome en serio.

Tiene muy claro qué va a pedirle en la carta.

―Deja ya de joderme ―lo mismo que le dijo mamá a papá el día que ella decidió marcharse.

Seducida

¿Por qué me mira así? Sus ojos me dan miedo y, al mismo tiempo, me hipnotizan. Ha tejido su tela para mí, y aquí estoy, envuelta en sedas, resignada a mi destino. Se acerca, me abraza, me besa. Su veneno recorre todo mi cuerpo y me  hace suya para siempre.

(Luisa R. G. Novelúa)

viernes, 24 de enero de 2014

Antes de la caída

(Luisa R. G. Novelúa)

Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel: las mejillas sonrosadas, el pulgar derecho en la boca, los rizos rubios desparramados sobre la almohada. Su padre, después de una semana de duro trabajo, lo mira embelesado mientras lo arropa y le acaricia el pelo. Es su obra más perfecta, de la que se siente más orgulloso. Sin embargo, de repente, los ojos se le cargan de lágrimas. Preferiría no saber que muy pronto tendrá que arrojarlo de su lado. Para siempre.

Descalza y sin perdices

(Luisa R.G. Novelúa)

Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel, ajeno a la pelea de sus padres en la alcoba de al lado. Entre sollozos, ella lo acusa de una nueva infidelidad, esta vez con una de sus hermanastras; él le reprocha su desgana desde que nació el niño y el aspecto desaliñado que la ha devuelto a su esencia.

Un estallido de cristales rotos lo despierta sobresaltado. Rompe a llorar y su madre corre cojeando a cogerlo en brazos. Su padre elige al azar una de las escopetas, pero será en vano: ya no queda ni una sola perdiz en todo el reino.


Dos microrrelatos con el mismo comienzo. Presentados a REC.

miércoles, 22 de enero de 2014

Nada es para siempre

Lo suyo fue un flechazo, y desde la primera caricia nada los ha separado, ni las presiones familiares, ni los problemas económicos, ni el desgaste de los años. Ya ha perdido la cuenta de los miles de kilómetros que han compartido por carreteras de varios continentes, unas veces como un centauro solitario, otras, en procesiones fraternales.

Pero si en lugar de confiarse tanto hubiese prestado más atención a miradas y cuchicheos, ahora no le sorprendería el tacto de unas manos desconocidas, ni la sonrisa malévola con la que, desde su plaza de garaje, la despide una flamante Ducati.


Alta diplomacia

(Luisa R. G. Novellúa)

Una lágrima asoma a los ojos rasgados de la emperatriz cuando el jefe de los eunucos le comunica que la rebelión de los bóxers ha fracasado. Pero la muestra de debilidad apenas dura un par de minutos. Recompone el semblante impasible, y su voz hiere como un estilete de hielo cuando ordena le ejecución de los ministros sospechosos de simpatizar con los rebeldes. Sin mudar el gesto, envía una invitación a los embajadores europeos para tomar una taza de té a las cinco en la Ciudad Prohibida.


 Finalista IV Premio Twinings de Historias de Té

martes, 21 de enero de 2014

Determinación

(Luisa R. G. Novelúa)
La mirada sepia del bisabuelo siempre la inquietaba. Con guayabera arrugada y excesivamente holgada, como si alguien mucho más corpulento se la hubiese prestado para posar, podría ser cualquiera de esos jóvenes que atendía todos los días en el centro de acogida. Era otra isla, otra ropa, otro idioma, pero la misma determinación, la que a ella le faltaba. Quizá alguno de sus nietos, si llegaba a tenerlos, heredase esa mirada. Puede que en otro siglo, en otro continente.

domingo, 19 de enero de 2014

Zapatos con pintura verde

Unos zapatos manchados con tres pequeñas gotas de pintura verde cambiaron mi vida. Sucedió aquella Navidad, de niño, cuando la cabalgata de Reyes llegó por primera vez a nuestro barrio. Mi hermano y yo, que muchas veces jugábamos a ser astronautas o exploradores en África, nunca habíamos soñado con poder hablar con Baltasar, nuestro rey favorito, y ahora que teníamos la oportunidad dependíamos de que alguien nos llevase a la recepción real. Con papá no se podía contar, siempre trabajando, siempre de mal humor; menos mal que a mamá la dejaron salir antes del taller de costura y, aunque casi al final, llegamos a tiempo.

No sé si fue por la emoción o por la tensión de la espera hasta el último minuto, pero me quedé mudo y, para colmo, se me cayeron los caramelos que me había regalado Melchor. Fue al agacharme a recogerlos cuando nació mi vocación de detective. Allí había un misterio que desentrañar: papá era pintor, y Baltasar llevaba sus zapatos.


Presentado al concurso Esta noche te cuento. Mencionado en diciembre de 2012