miércoles, 9 de enero de 2019

Comunicación

Luisa R. Novelúa



Había conseguido sorprenderlos. No esperaban que los Reyes Magos se acordasen también de ellos. Su cruce de miradas se dirigió a Julián, que los observaba expectante sin haber abierto aún sus regalos. Era evidente que no sabían qué decir, ni si debían decir algo.

El paquete que sostenía su madre, con los dos nombres escritos con caligrafía infantil, guardaba un objeto mágico. Julián había oído hablar de él en televisión, en uno de esos aburridos programas que veía su madre durante horas, las mismas que pasaba su padre frente al ordenador. Así se lo había explicado a su tía Elena, su cómplice. Tenía muy claro que si había evitado guerras, su teléfono rojo también impediría una separación.