lunes, 20 de abril de 2015

Enamorados anónimos

Luisa R. Novelúa

La intención de seguir siendo solo amigos fue un espejismo. En cuanto le inoculó el veneno del enamoramiento con aquellos besos furtivos en la cena de empresa, de nada sirvió echarle la culpa al alcohol.

El lunes siguiente ya empezó a notar los primeros cambios en la oficina, con un haz de luz concentrado sobre ella que dejaba en penumbra el resto del local.

No era la primera vez que le sucedía, a pesar de las numerosas advertencias. Sin embargo, tardó un tiempo en asumir que debería volver a terapia de grupo si deseaba recuperar la paz y el equilibrio de los exenamorados. 

martes, 14 de abril de 2015

Sobre héroes y pájaros

Luisa R. Novelúa

El mirlo se posa en la boca del cañón y rasga el opresivo silencio con su aflautado canto. Desde ese lugar privilegiado otea, indiferente, el campo de batalla. Solo le interesa marcar su territorio e iniciar el cortejo para conquistar a su futura compañera.

En el horizonte, un festín de colores amarillos, anaranjados y rojizos destierra a la gélida luz de la luna, y los miles de bultos plateados van definiéndose en cuerpos desmembrados, en anónimos soldados con posturas grotescas, como títeres a los que se ha dejado caer cortándoles los hilos, en caballos con las extremidades rígidas y múltiples bayonetazos.

Desde las paredes rocosas, los buitres agudizan la vista en busca de alimento para sus exigentes polluelos. A medida que avanza la mañana, el círculo de aves carroñeras que sobrevuela la planicie va agrandándose.

Mientras, a muchos kilómetros de allí, preparan otro gran banquete para celebrar la victoria, y la historia va haciendo un hueco de honor al joven general, al que inmortalizará como uno de los grandes genios militares de todos los tiempos.


Este microrrelato ha sido accésit en el Concurso Esta Noche Te Cuento con el tema "cañones". Se incluirá en la edición de un recopilatorio.

lunes, 6 de abril de 2015

Qué quieres ser de mayor

Luisa R. Novelúa

A cada vuelta del tambor de la lavadora, Aurora remueve el café y revive las horas compartidas en el río con otras mujeres de la aldea. Las risas y los cotilleos; el agua gélida y las manos amoratadas; el dolor de espalda y el camino de regreso a casa con la tina cargada con ropa mojada.

Ajena a sus ensoñaciones, su nieta aparece en la cocina preocupada por la redacción que debe entregar mañana. No quiere ser maestra, ni enfermera, ni peluquera, se queja. Después de preguntar a toda la familia, la abuela es su última esperanza, y no la decepciona cuando le señala el electrodoméstico: inventora.