jueves, 8 de diciembre de 2016

Educación infantil

Luisa R. Novelúa

Adrián vivía en una nube de algodón de azúcar. Su madre le regalaba besos con olor a vainilla; de los bolsillos del batín del abuelo brotaban caramelos de tofe envueltos en papel de celofán; y la sonrisa de la tía Marta era tan dulce como las gominolas que le indicaban el camino hacia un nuevo juguete.

Pero todo cambió el día en que lo abandonaron en aquella casa extraña. Aún recordaba el primer tirón de pelo, los empujones, las peleas por las chocolatinas. Y, lo que es peor, seguía sin entender por qué le obligaban a volver allí cada mañana.

sábado, 5 de noviembre de 2016

El inquilino

Luisa R. Novelúa 

Una nube se enfrenta al sol prepotente. En lugar de la exploradora que precede al ejército, parece un ave desorientada que ha perdido el rumbo de su bandada. Su sombra mitiga por unos minutos el calor que aplasta a Manuel contra el asfalto. El anciano cierra los ojos para sentir la brisa cargada de olores, a candil de gas, a queso curado, a hierba recién segada; y de sonidos, el de las gotas de lluvia rebotando entre las hojas de los robles, el del primer canto del cuco en abril, el de palabras que ningún otro idioma puede traducir. Todo aquello de lo que huyó.

Cuánto le gustaría subir a esa nube para regresar a casa. Sin embargo, cuando el cielo vuelve a despejarse siente las raíces que le amarran con fuerza a esta nueva tierra, las de la mujer que conoció aquí, las de los hijos y nietos extraños a sus orígenes, las del bienestar que superó sus sueños. Y aun así, sesenta años después sabe, como el primer día en que llegó cargado de ilusiones e incertidumbres, que su lugar siempre será otro.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Miradas

Luisa R. Novelúa
La abeja correteaba por su brazo con la urgencia de quien tiene mucho que hacer. Atraída quizá por el olor de la crema de protección solar, parecía haber encontrado un mar de néctar en la piel pecosa de Andrea.

Ella se limitaba a observar al insecto con la atención de un apicultor, como había visto hacer tantas veces a su padre cuando permanecía horas apostado frente a alguna de las colmenas, ajeno a la mirada fascinada de su hija.

Todavía se preguntaba, después de tantos años, qué pasaba por la cabeza de aquel hombre hermético al que nunca había dejado de querer, a pesar de estar siempre ausente, incluso cuando aún vivía con ellos.

Tal vez él también quería huir, sin saber muy bien por qué, y entendiese mejor que nadie su deseo de que aquella abeja libase el dolor que supuraba por los poros, con la esperanza de que quedase sellado para siempre en las casillas del olvido.

De repente, quiso sentir el picotazo del aguijón y que el veneno actuase de analgésico. Sin embargo, la mano quedó suspendida en el aire, como si alguien la hubiese sujetado con fuerza para evitar el aplastamiento. Escondido detrás de la vegetación, su hijo la espiaba. No sabía cuánto tiempo llevaría observándola, pero cuando lo descubrió, la abeja voló.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Llamará dos veces

Luisa R. Novelúa

Le mancha los dedos de harina al entregarle la carta certificada, después de haberle recomendado la película que emiten esta noche en televisión. No parece muy entendido en cine. En indirectas, tampoco. Pero el título le ha hecho gracia y cierra la puerta con una sonrisa, como si memorizase el canal y la hora, mientras ella sueña ya con el próximo envío postal.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Por el futuro

Luisa R. Novelúa
La mirada de la abuela Carmen se asoma a sus ojos verdes como si quisiese ser testigo de la concentración de tractores que colapsa la ciudad. No es la primera vez que se cuela en su vida sin avisar, y no se sorprende.

Aunque apenas la recuerda, siempre le han dicho que es la nieta que más se le parece, la que camina con paso firme cuando quiere marcar su territorio; la única que sabe interpretar las señales más sutiles, como si tuviese el don de la clarividencia.

Si alguien del pasado la observase ahora, vería a la mujer joven que fue Carmen al frente de la manifestación, exhortando con un megáfono a los cientos de ganaderos que la siguen para defender la supervivencia de sus granjas. Y de su manera de ser y de entender, también.

Muchos dirán que es el milagro de la genética. Pero ella siente cómo su abuela, que afrontó las penurias de la posguerra para criar sola a cinco hijos, ya la adivinó con orgullo en su futuro.


miércoles, 31 de agosto de 2016

Juegos olímpicos

Luisa R. Novelúa

Muy sonriente y con los ojos chispeantes muerde la galleta María mientras saluda con la mano frente al espejo. Con solo cinco años tiene muy claro lo que quiere ser de mayor, y lo ha anunciado con determinación en una de las comidas familiares en casa de los abuelos.

Nadie parece tomarla en serio. Incluso hay quien se atreve a recordarle que sale corriendo en busca de unos brazos salvadores cada vez que las olas se acercan para atraparle los pies. Pero después de insistir hasta el berrinche, su madre ha acabado por transigir y le ha comprado el gorro, los manguitos y el churro de flotación que la esperan almacenados en el armario de los juguetes.

Hoy está muy contenta. Es el primer día de colegio tras las vacaciones estivales. Cuando ve a Lucía, las dos niñas se lanzan a un reencuentro lleno de risas. Sabe que puede contar con ella. De hecho, su amiga acepta su decisión sin cuestionarla, y a partir de ese momento la llama Mireia.

miércoles, 29 de junio de 2016

Naufragios


Luisa R. Novelúa

El batiscafo que había ocupado su parte de la pared emergió de la caja de cartón como un torpedo directo al corazón. Noqueada hasta el extremo de no oír las exclamaciones de su hermana cuando desplegó el póster gigante de Leif Garrett, tardó unos segundos infinitos en lanzarse a la búsqueda de la enciclopedia del mundo submarino, que aún conservaba el olor de sus sueños infantiles.

Todo estaba allí, en el trastero del piso familiar que acababan de poner a la venta tras la muerte de su padre y el ingreso de su madre en una residencia especializada en demencia senil: las carpetas de María, forradas con pegatinas de la revista SuperPop y que ella despreciaba desde la superioridad de su vocación inquebrantable, o el gorro rojo que usó hasta bien entrada la adolescencia.

Pero hacía tanto tiempo que había dejado de echarlo de menos que ahora no sabía qué hacer con el espejo que le devolvía la imagen irreconocible de quien quiso ser. Era como si su madre, desde el abismo de su desmemoria, le devolviese con un golpe de mar lo que parecía olvidado para siempre.


domingo, 10 de abril de 2016

Lágrimas de San Lorenzo

Luisa R. Novelúa

Recorre la constelación de Perseo con el mismo alborozo infantil que la henchía cuando chapoteaba en cualquier charco diseñado por el aguacero. Pierde la noción del tiempo y del espacio, y se aferra al deseo que ha conseguido colgarse de la cola del cometa. Su anhelo se cumple al convertirla en una de esas estrellas que cruza el firmamento sin que nadie le indique la trayectoria que debe seguir, ni cuándo aparecer o en qué lugar apagarse. Hermosa, pero fugaz.

Una ligera presión en la mano la trae de regreso a la Tierra, al descampado donde están tumbados con la única compañía de una orquesta de grillos. Es un gesto tierno y cómplice. Intuye que la está mirando, pero no vuelve la cabeza. Siente el calor húmedo de una lágrima que resbala por su sien. Pero cómo explicarle que no es de felicidad, que lo que fue, ya no es.

lunes, 21 de marzo de 2016

Autoengaño

Luisa R. Novelúa
Las palabras que ha aprendido por la noche durante las largas esperas caen en el saco roto de Morfeo, que va sembrándolas en su deambular caprichoso por los sueños. Quizá por eso casi nunca las encuentra a la mañana siguiente, como si no hubiesen existido, y solo la asaltan cuando, tras haber germinado, van ocupando tanto espacio que invaden sus pesadillas.

sábado, 20 de febrero de 2016

Caso sobreseído

Luisa R. Novelúa
Era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad, y uno de los más demandados por su discreción, cuando lo detuvieron por tráfico de cocaína.

En el sumario se le señaló como el capo de una organización criminal con ramificaciones en todos los estamentos de la sociedad, oculto detrás de una actividad legal. 

Pero él siempre defendió su inocencia y, para demostrar su integridad, anunció que en el juicio se negaría a responder si le preguntaban por alguno de sus clientes. Su ética profesional se lo impedía.

lunes, 1 de febrero de 2016

El escenario del crimen

Luisa R. Novelúa

Subir de nuevo a la habitación, curiosear entre las fotografías enmarcadas, acariciar la ropa interior en el cajón de la cómoda, guardase en el bolsillo uno de sus pendientes. Había sido un error tras otro. No podía explicar por qué lo había hecho. Pero no se arrepentía. De eso, tampoco.

lunes, 18 de enero de 2016

Lluvia

Luisa R. Novelúa
Pero nunca, sin saber bien por qué, dejarán de mirar hacia arriba. Quizá para evadirse, o para meditar. Tal vez para alimentar las raíces que los anclen al presente o, muy al contrario, invocar recuerdos difuminados, edulcorados, agigantados. O puede que todo sea más sencillo y solo se deba a la fuerza de la costumbre, o mucho más complejo y sigan echándola de menos, a ella también.