viernes, 11 de abril de 2014

El mapa del tesoro

Luisa R. G. Novelúa

Hacía más de diez años que no sabía nada de mi primo Juan, por eso recibí con sorpresa su llamada. Estaba tan alterado que tardé varios minutos en entenderlo: el mapa había aparecido.

De golpe sentí el olor de los veranos de Fisterra, cuando todos los nietos seguíamos a la abuela hasta la playa como al flautista de Hamelin, embelesados por sus historias. Entre ellas, la del escritor escocés, rescatado de un naufragio, que vivió en el pueblo hasta reemprender su viaje a las antípodas.

Se rumoreaba que guardaba en un libro el mapa de un tesoro y que había tenido que enterrarlo para evitar que se lo robase un marinero cojo al que siempre acompañaba una exótica ave.

Con la ilusión de ser los afortunados, cavábamos en la arena con nuestras palas y rastrillos, pero quien finalmente lo encontró fue Juan, durante unas obras de rehabilitación, en el hueco de una de las vigas de madera de la casa familiar que había heredado.

Nunca sabremos quién lo escondió allí, si Stevenson o la abuela, pero tenía trazada la ruta que nos reuniría a todos, por primera vez en mucho tiempo, aquel verano.


2 comentarios:

  1. Luísa, es muy bonito tu relato, pero ¿me dejas que te haga una pregunta o sugerencia? ¿Vendría mejor "supimos" o sinónimo, en lugar de "sabemos", en la segunda palabra del último punto? Disculpa el atrevimiento, pero pienso que esos despistes si lo son, hacen que el relato pierda brillo.
    De todas maneras, vuelvo a decirte que el relato me ha gustado mucho.
    Besicos muchos.

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    1. Tienes razón Nani!! Me comí una "r". Quería decir sabremos. Lo rectificaré . Este micro lo presenté a ENTC , y allí, al menos, lo escribí bien (((: Gracias por avisar. Besosss

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