Luisa R. Novelúa |
Recluida
en el pozo seco, pronto se callará el recuerdo de la risa cantarina con la que
nos recibía en su casa y del olor a pan recién hecho que nos despertaba en la
habitación sencilla y luminosa de la que ahora solo quedan escombros.
Aún
siento el apretón de manos en nuestra precipitada despedida. Su mirada, cargada
de preguntas que no fui capaz de contestar, me persigue desde entonces entre el
caos y el pánico. Dónde voy a enterrar las respuestas que nunca imaginé. Y cómo
olvidar el dolor que dejo atrás mientras Manuel me guía hacia la escalerilla
del avión.
la mala conciencia es lo que no expulsamos del todo o en su momento. Muy bueno
ResponderEliminarUn saludo
JM
Mala conciencia, a veces, cuando lo que hacemos no coincide con lo que creemos. Muchas gracias, Juan.Un abrazo.
EliminarEstoy un poco perplejo. ¿Qué tenemos en realidad? ¿Culpa? ¿Compasion? ¿Resiliencia? Desde luego, tu relato da mucho que pensar, Luisa.
ResponderEliminarBesos
Carles, yo también me pregunto qué sentimos cuando un pasaporte decide quién se queda y quién se puede ir, o cuando envían un avión a salvarnos y dejamos en graves dificultades a personas que apreciamos y nos han brindado su hospitalidad en tiempos mejores.
EliminarPetons.
Un periodista de guerra es lo que me he imaginado...o quizá no, en cualquier caso, inquietante tu micro.Un beso guapa
ResponderEliminarUn periodista de guerra o una pareja que vive integrada en un país extrajero en el que, de repente, todo se complica. Estos u otros podrían ser los protagonistas. Eva, un besazo.
ResponderEliminarUn pozo seco, y sin fondo, haría falta.
ResponderEliminarBesos Luisa.
Has aunado dolor, remordimientos, recuerdos... coincido en que el relato da que pensar. Las despedidas tendrían que ser un acto libre y voluntario. Lamentablemente no es así. Un abrazo :)
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