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Luisa R. Novelúa |
El mirlo se posa en la boca del
cañón y rasga el opresivo silencio con su aflautado canto. Desde ese lugar
privilegiado otea, indiferente, el campo de batalla. Solo le interesa marcar su
territorio e iniciar el cortejo para conquistar a su futura compañera.
En el horizonte, un festín de
colores amarillos, anaranjados y rojizos destierra a la gélida luz de la luna,
y los miles de bultos plateados van definiéndose en cuerpos desmembrados, en
anónimos soldados con posturas grotescas, como títeres a los que se ha dejado
caer cortándoles los hilos, en caballos con las extremidades rígidas y
múltiples bayonetazos.
Desde las paredes rocosas, los
buitres agudizan la vista en busca de alimento para sus exigentes polluelos. A
medida que avanza la mañana, el círculo de aves carroñeras que sobrevuela la
planicie va agrandándose.
Mientras, a muchos kilómetros de
allí, preparan otro gran banquete para celebrar la victoria, y la historia va
haciendo un hueco de honor al joven general, al que inmortalizará como uno de
los grandes genios militares de todos los tiempos.
Este microrrelato ha sido accésit en el Concurso Esta Noche Te Cuento con el tema "cañones". Se incluirá en la edición de un recopilatorio.