![]() |
Luisa R. Novelúa |
Había
conseguido sorprenderlos. No esperaban que los Reyes Magos se
acordasen también de ellos. Su cruce de miradas se dirigió a
Julián, que los observaba expectante sin haber abierto aún sus
regalos. Era evidente que no sabían qué decir, ni si debían decir
algo.
El
paquete que sostenía su madre, con los dos nombres escritos con
caligrafía infantil, guardaba un objeto mágico. Julián había oído
hablar de él en televisión, en uno de esos aburridos programas que
veía su madre durante horas, las mismas que pasaba su padre frente
al ordenador. Así se lo había explicado a su tía Elena, su
cómplice. Tenía muy claro que si había evitado guerras, su
teléfono rojo también impediría una separación.