viernes, 7 de febrero de 2014

Llegó para quedarse


La nieve acaparaba todo el protagonismo. En la taberna, en la peluquería, en la escuela, en las cocinas de cada una de las casas del pueblo tropical no había otro tema de conversación, que si el cambio climático, que si había que acordarse de Santa Bárbara, o eso sólo era cuando tronaba, que si Estados Unidos, o China, o cualquier otro país sospechoso de querer dominar el mundo los había elegido para poner en práctica algún experimento secreto… Todo eran especulaciones, pero si los primeros copos fueron recibidos con sorpresa y regocijo, tres semanas después nadie soportaba el frío, ni se reía ya de los resbalones ni de las caídas, ni aprovechaba para la caza el rastro que dejaban los desprevenidos animales salvajes.

Y como habían aparecido el mismo día, también deseaban que el maldito Papá Noel, o Santa Claus, o como quiera que se llame, regresase a Laponia con sus renos, su trineo y los calcetines rojos colgados en la chimenea. Sin embargo, el anciano no parecía darse por aludido, ni siquiera cuando un conato de incendio amenazó su casa de madera. Había llegado para quedarse.


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