Luisa R. Novlúa |
Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que
llevaba en el bolsillo del pantalón. Los tres
lunares bordeando la comisura de los labios, el hoyuelo del mentón, la delicada
nuca en un escorzo tentador. Cada uno de los detalles que no habíamos sido
capaces de ensamblar hasta toparnos con el bello rostro, de serenidad
sobrecogedora, en la sala de autopsias.
Escalofriante, niña. Uff. Siempre me encanta el lenguaje que utilizas ¿te lo había dicho alguna vez? Pues si no lo había hecho, no tengo perdón. Biquiños.
ResponderEliminarEva, tú que me lees con buenos ojos. Muchas gracias, guapa. Besos.
EliminarBuen giro final, Luisa. Corto pero rotundo.
ResponderEliminarBesos.
Qué bien que te haya gustado, Rafa. Muchas gracias. Besos.
EliminarOstras, qué final.
ResponderEliminarMe encanta.
Besos.
Muchas gracias, Towanda. Un besazo.
EliminarVaya sitio que han ido a elegir para encontrar la inspiración.
ResponderEliminarCoincido con Rafa; menudo giro final.
Un saludol.
Veo que el final da para más de una interpretación. Eso siempre me ha gustado, que la historia cobre vida por su cuenta. Gracias por la visita y el comentario, Alfonso. Un saludo.
EliminarContundente, rotundo, pequeño pero matón. De los míos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Edita. Lo de pequeño pero matón no está nada mal, jejeje. Bicoss.
EliminarHas concentrado un montón de mala leche literaria para dar ese giro final que hace que tu relato guste y sorprenda. . Mucha suerte :)
ResponderEliminarGracias, Juan Antonio. Y mucha suerte a ti en la final mensual. Un abrazo.
EliminarMe gusta Luisa, siempre me encoges el corazón en la última frase, creo que ya te lo había dicho. Un abrazo.
ResponderEliminarUn final con el que quise contar a dónde puede ir a parar alguien que es objeto de una obsesión. Muchas gracias, Lourdes. Un abrazo.
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