Luisa R. Novelúa |
Y las azules, las del abuelo
de Pablo, fueron finalmente las ganadoras. Así que volvimos a casa cabizbajos,
decepcionados. Derrotados.
Por
la tarde no quise acompañarlo al parque. Hubiera sido demasiado humillante.
Preferí quedarme con mi madre adelantando los deberes del lunes.
Pero
cuando regresó con aquella sonrisa pícara, no hizo falta ninguna explicación.
Corrí a la cocina y recuperé del cubo de la basura el libro de jardinería que
me había regalado por mi cumpleaños.
Debe de ser a terra, ou o aire: hai puntos de encontro entre o teu relato e o de Eva, pero tamén entre o teu e o meu. :-)
ResponderEliminarDebe de ser a terra, ou o aire: hai puntos de encontro entre o teu relato e o de Eva, pero tamén entre o teu e o meu. :-)
ResponderEliminarEdita, se cadra hai algunha musa á que lle guste especialmente a nosa terra, jejeje.
EliminarCando dúas persoas se entenden sen palabras é que están unidas por un lazo especial. Moitas grazas pola visita. Unha aperta.
É a chuvia, que nos mantén as neuronas esponxosas :) Bicos ás dúas.
ResponderEliminarA chuvia inspiradora. Gústame. Bicosss
EliminarAyyy los niños como saben lo que deben hacer..., después los mayores hacemos que se vuelvan rancios.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Qué razón tienes, Nani. Un besazo, guapa.
Eliminar¿Tendrá que ver esa inspiración con la borrasca que entra por el Noroeste? A ver si llega al Mediterráneo.
ResponderEliminarBuen trío. Felicidades.
La luz del Mediterráneo...Rafa, no os hacen falta borrascas, jejeje.. Un beso.
EliminarLe está bien empleado a Pablo, y a su abuelo, por repelentes. Azules, pffff! je je.
ResponderEliminarBesos Luisa.
Sí, jejeje. Besos, Miguel, muchas gracias por la visita.
Eliminar